P.C: ¿Cuándo y cómo empezaste tu carrera de artista?
F.B: Es una pregunta complicada. Uno podría tender a decir que siempre la estoy empezando, o que empezó conmigo, que hay ciertas cosas a las que voy llegando ahora, en mi experiencia del mundo -que es mi experiencia del arte-, que son solo remembranzas de lo que ya se había intuido a los 5 años. Borges siempre decía que uno viene al mundo con una sola metáfora que debe trabajar constantemente, como un labriego cansado, como un arador. Hay algo que me hace asentir cuando oigo ese argumento, por variado que uno se vea desde otras perspectivas. De otro lado hay una cosa que tiene un grado más operacional; me gustó entender la precisión alemana de Gerhardt Richter, que conocí en boca de Benjamín Buchloh: Richter mira para atrás y descubre un momento que él considera el verdadero inicio, el grado cero de su obra. Por más de que detrás, cronológicamente, haya muchas obras de Richter, esa obra es la que el nombra como el principio de la “narración” que se articula en la mente cuando uno dice el nombre “Gerhardt Richter”. Es una decisión: la obra empieza aquí. Puede que antes hubiera chispazos de esto o lo otro pero es aquí donde aparece la primera estrella de una constelación que va a poder ser vista como un organismo, compuesto por mil partes.
Vuelvo a la pregunta. Empecé mi carrera de artista cuando aprendí a dejar que me atravesara algo que me excedía. Tal vez cuando entendí que yo no era el contenedor que se llena con trabajo forzado sino el fósforo que se prende. No soy el artista constructor laborioso, soy más bien como un podador de arbustos, que tiene que ver la forma que ya está, la que importa, la que le importa; que tiene que aprender cada vez, nuevamente, a distinguir lo que debe permanecer de lo que debe desaparecer para que se estrelle contra el mundo la “paloma ciega del sentido”. Creo que fue en 1997 con mi paso a la imagen en movimiento cuando aprendí esto, cuando me fui a estudiar cine en el School of the Art Institute of Chicago. Cuando miro lo que había hecho antes, claro, de alguna manera me seduce todavía, a veces me parece inteligente, pero siento que, aparte de ciertos textos escritos, le tenía miedo a apuntarle a cosas más hondas. Me gusta esa frase cómica de Robert Filiou que dice “no talent, only genius”. Preferible darse de frente con un muro de contención que jugar un juego en el que como decía Borges, de nuevo, lo único que queda son argumentos que no admiten la menor réplica y tampoco causan la menor convicción.